¡¡¡Hola amigos de dos patas!!!
Hoy os traigo otro de nuestros secretos caninos: las orejas. Muchos humanos pensáis que solo sirven para oír (que no es poco, porque podemos escuchar sonidos a kilómetros), pero en realidad son un auténtico altavoz de emociones. Con las orejas os contamos si tenemos miedo, si estamos contentos, si desconfiamos o si simplemente estamos atentos.
Orejas en alto: atención al máximo
Cuando veis nuestras orejas erguidas, apuntando hacia delante, significa que algo ha captado toda nuestra atención. Puede ser un ruido, un olor, un movimiento o incluso una palabra que reconocemos. Es como si dijéramos: “¡Eh, algo pasa ahí!”. No siempre es alarma, a veces es pura curiosidad.

Los perros con orejas erguidas, como los pastores alemanes o los huskies, lo muestran de manera muy evidente. En cambio, los perros de orejas caídas, como los labradores, tenemos gestos más sutiles: basta un pequeño giro hacia adelante para indicar interés. Fijaos bien porque esos matices os pueden decir mucho.
Orejas hacia atrás: no siempre es lo mismo
Aquí los humanos os liáis bastante. Si llevamos las orejas ligeramente hacia atrás y el cuerpo está relajado, seguramente estamos tranquilos o disfrutando de vuestras caricias. Pero si las pegamos mucho a la cabeza, acompañadas de cola baja y cuerpo encogido, entonces sí hablamos de miedo. El contexto lo es todo.
Por ejemplo, un perro que se acerca con las orejas algo hacia atrás, la cola a media altura y el cuerpo suelto seguramente quiere ser amistoso. Pero ese mismo gesto, con cola metida y mirada baja, refleja inseguridad. Una oreja por sí sola no cuenta la historia completa: es el conjunto el que habla.
Orejas gachas: mezcla de ternura y respeto
Seguro que habéis visto esa carita irresistible de perro con orejas hacia abajo, mirada dulce y cuerpo relajado. Ese gesto muchas veces expresa ternura y ganas de agradar. Pero también puede indicar inseguridad, sobre todo si se combina con lamerse los labios o agacharse un poco. Los humanos soléis confundirlo con «pena», cuando en realidad puede ser un mensaje de respeto o incluso de ligera incomodidad.
Orejas en movimiento constante
Cuando las orejas van de un lado a otro, como si fueran antenas parabólicas, estamos recopilando información. Es nuestro modo de “escuchar el mundo” mientras decidimos si es algo relevante o no. En casa, por ejemplo, podéis ver cómo un perro aparentemente dormido mueve las orejas hacia la cocina si escucha el crujido de un envoltorio. ¡Ni siquiera necesitamos abrir los ojos para saber lo que pasa!
Una anécdota con mis orejas
Os cuento una: una vez Nano estaba en la cocina preparando algo muy rico (creo que eran albóndigas). Yo estaba tumbada en el salón, aparentemente dormida. Pero de repente mis orejas se movieron hacia atrás, hacia el sonido del envoltorio que abría. Nano me miró y dijo: “Ya lo sabía, Bailey, estabas atenta aunque parecías una estatua”. Y sí, amigos míos de dos patas, aunque cierre los ojos, mis orejas siguen trabajando.
Otra vez, durante una tormenta, un trueno retumbó muy fuerte. Yo me encogí y mis orejas se pegaron atrás contra mi cabeza. Nano vino, me acarició despacio y me habló bajito hasta que recuperé la calma. Aquellas orejas atrás no eran respeto ni ternura, era puro miedo. Gracias a que él lo entendió, pudo ayudarme. Este ejemplo os demuestra lo importante que es saber leer bien nuestros gestos: cuando comprendéis lo que sentimos, podéis darnos lo que necesitamos.
Humanos, fijaos en el conjunto
Lo mismo que pasa con la cola ocurre con las orejas: no basta con mirarlas aisladas. Debéis fijaros en todo el cuerpo. Orejas hacia atrás con cola suelta y cuerpo relajado = tranquilidad. Orejas hacia atrás con cola metida y cuerpo encogido = miedo. Orejas erguidas con cuerpo adelantado y rígido = alerta seria. El mensaje cambia radicalmente según el resto de la postura.

Razas y estilos de orejas
No todos los perros tenemos las mismas orejas, y eso también influye en la manera de expresarnos.
- Los pastores alemanes, con orejas erguidas, parecen siempre atentos.
- Los labradores, como yo, las tenemos caídas, lo que hace más sutiles nuestros movimientos.
- Los cocker spaniel y basset hound tienen orejas largas y pesadas, que transmiten emociones de manera distinta.
- Los bulldogs o shar pei, con orejas pequeñas, muestran señales mucho más discretas.
Por eso no podéis aplicar una misma interpretación a todos los perros: hay que aprender a leer a cada individuo.
Errores frecuentes de los humanos
Uno de los errores más comunes es pensar que orejas hacia atrás siempre significa miedo. No es cierto: puede ser relajación, cariño o incluso concentración en un sonido que viene de detrás. Otro error es no tener en cuenta que algunas razas tienen menos movilidad auricular, lo que limita su “vocabulario corporal”.
Además, muchos humanos se fijan solo en la expresión de la cara y olvidan las orejas. Pero creedme: nuestras orejas son como subtítulos en una película, os dan el contexto que falta para entender lo que realmente estamos sintiendo.
Orejas y vínculo emocional
Cuando acariciáis nuestras orejas con suavidad, no solo nos dais placer físico. También reforzáis el vínculo. Muchos perros disfrutan de ese contacto porque les recuerda al lamido maternal de cachorros. Un masaje suave detrás de las orejas puede calmarnos en situaciones de estrés. Incluso hay estudios que muestran que esa caricia reduce nuestro ritmo cardíaco y nos ayuda a sentirnos seguros.
Lo que quiero que recordéis
- Nuestras orejas hablan tanto como nuestra cola.
- No hay un solo significado: depende del contexto.
- Observad siempre el conjunto de gestos: orejas, cola, ojos, cuerpo.
- Aprender a leer nuestras orejas es aprender a escucharnos de verdad.
- Cada raza tiene un estilo, pero cada perro tiene también su propio “acento”.
El puente invisible
Pensad en nuestras orejas como en una ventana abierta. A veces dicen “estoy feliz contigo”, otras “tengo miedo”, otras simplemente “estoy escuchando algo raro”. Si os tomáis el tiempo de mirar, descubriréis que no necesitamos ladrar para que nos entendáis. Las orejas son pequeñas, sí, pero esconden un lenguaje inmenso que, si sabéis leerlo, os acercará más que nunca a nosotros.
Aquí sigue Bailey. Aunque me haya vuelto invisible, mi rabo no ha dejado de moverse y mi voz ladra suave, desde las estrellas, para que nunca olvidéis cómo se ama a un perro.
¡¡¡Lametones a todos desde el otro lado de la correa!!!