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El lenguaje de la cola: qué te está diciendo tu perro con cada movimiento

¡¡¡Hola amigos de dos patas!!! 🐾

Hoy quiero agitar un poquito mi rabo —pero con intención, que no todo es alegría— y contaros un secreto: nuestra cola es como un altavoz de emociones. Los humanos a veces pensáis que moverla siempre significa felicidad, pero… ¡ay, cuánto malentendido se genera por ahí!

No todos los movimientos de cola son iguales

Para entendernos, la cola es como vuestro rostro: cambia según lo que sentimos. Si la agitamos rápido, lento, arriba o abajo, todo dice algo distinto.

Cuando la llevamos alta y rígida, significa que estamos alerta, midiendo qué pasa. Puede ser por curiosidad o porque algo no nos convence. Si la escondemos muy baja o metida entre las patas, eso es miedo o inseguridad. No estamos cómodos. Una cola moviéndose despacito, a media altura, quiere decir calma, un “todo bien, no pasa nada”. Y la típica cola como hélice de avión, que va de un lado a otro sin parar, esa sí es felicidad pura, emoción, ganas de juego.

Hay más matices: un movimiento corto y rápido, casi vibrante, puede indicar tensión. Una cola que se agita solo por la punta muestra inseguridad. Incluso la dirección importa: estudios dicen que cuando la movemos más hacia la derecha solemos estar relajados y cuando lo hacemos hacia la izquierda podemos estar nerviosos o inseguros.

Una anécdota con moraleja

Os cuento algo que me pasó en el parque. Estaba oliendo tranquilamente un arbusto cuando se acercó un perro enorme, de esos que parecen armarios con patas. Su cola iba alta, tiesa, vibrando como una antena. Vuestros ojos humanos habrían dicho: “Mira qué contento está, quiere jugar”. Pues no, ¡ni de broma! Ese colega estaba diciéndome: “Aquí mando yo, ¿qué pasa?”.

Yo, que no soy tonta, giré un poco la cabeza, bajé mi cola para enseñar que no quería líos y… voilà, nos entendimos sin gruñidos. Ese gesto evitó un conflicto que a ojos humanos habría sido incomprensible. Eso, amigos míos de dos patas, es el idioma secreto que se os escapa si no afináis la vista.

Los humanos y nuestras colas

Muchos humanos confunden un movimiento de cola con alegría. Pero fijaos bien: si la cola se mueve rápido y corta, puede ser nerviosismo; si solo se mueve la punta, puede haber inseguridad; y si está alta y en tensión, no es alegría: es un “ojo con lo que haces”.

Un truco fácil: no miréis solo la cola, mirad también el cuerpo entero. Orejas, postura, ojos… todo forma parte del mismo mensaje. Un perro con la cola suelta y baja, las orejas relajadas y el cuerpo suelto, seguramente está feliz y tranquilo. El mismo perro, con la cola rígida, las orejas tiesas y el cuerpo adelantado, está diciendo otra cosa muy distinta.

Para que lo entendáis mejor: ¿acaso todas vuestras sonrisas significan lo mismo? Sabéis que no. Hay sonrisas de felicidad, de ternura, de complicidad… pero también de sarcasmo o incluso de enfado. Pues con nuestras colas pasa exactamente igual. El movimiento está ahí, sí, pero el significado depende del contexto, de la posición y del resto de nuestro cuerpo.

Cola y personalidad

Cada perro tiene su estilo. Algunos la mueven exagerado, otros apenas la mueven. Los labradores, como yo, solemos tener colas expresivas y “poderosas”, capaces de tumbar una lámpara de un coletazo en el salón (sí, Nano, lo siento otra vez por aquella copa de vino 🙈). En cambio, hay razas que tienen colas más discretas y hablan con microgestos.

Los perros de cola corta o cortada también hablan, aunque sea más difícil de ver. En esos casos hay que fijarse todavía más en el resto del cuerpo. No es justo que se les haya privado de esa herramienta de comunicación, pero encuentran maneras de hacerse entender.

Cosas que debes recordar

La próxima vez que veas mover una cola, piensa en esto: moverla no siempre significa alegría. La posición y la velocidad son clave. El contexto importa tanto como el movimiento en sí. Y, sobre todo, recuerda que si está baja o rígida, lo mejor es darnos espacio.

La cola como puente entre mundos

Pensad en nuestra cola como un traductor canino. Vosotros habláis con palabras; nosotros, con cuerpo. Cuando entendéis lo que os decimos con la cola, la relación se hace más profunda, más de verdad. Porque al final, lo bonito es eso: que aprendáis a escucharnos en nuestro propio idioma, el de los gestos y movimientos, donde una cola puede contar más que mil ladridos.

Y ya que hablamos de colas, os confieso un último secreto: a veces, cuando sueño con Nano corriendo conmigo por el campo, mi cola también se mueve mientras duermo. Porque incluso en mis sueños, mi rabo sigue contando historias de felicidad.

Aquí sigue Bailey. Aunque me haya vuelto invisible, mi rabo no ha dejado de moverse y mi voz ladra suave, desde las estrellas, para que nunca olvidéis cómo se ama a un perro.

¡¡¡Lametones a todos desde el otro lado de la correa!!!

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