Saltar al contenido
Home » La Sonrisa de Bailey » Cuando tu perro se hace viejo y tú no estás preparado

Cuando tu perro se hace viejo y tú no estás preparado

¡¡¡Hola amigos de dos patas!!! 🐾


Hoy quiero hablaros de algo que da un poco de miedo, pero que también puede ser precioso si lo sabemos mirar con los ojos del corazón: cuando nos hacemos viejitos. Sí, me refiero a nosotros, los perros, cuando dejamos de correr como antes, cuando ya no subimos las escaleras como si fuéramos cohetes, cuando preferimos una caricia larga a una carrera detrás de una pelota. Algunos humanos se asustan cuando llega esta etapa. Otros, como mi humano —Nano, mi mejor amigo de dos patas—, nos enseñan que envejecer no es triste: es otra forma de querernos.

Veréis, no todos los días podemos hacer largas caminatas ni jugar a tope. Pero eso no significa que no podamos tener una rutina rica y llena de vida. De hecho, ahora más que nunca, necesitamos que nos acompañéis emocionalmente. Que seáis creativos.

Que os sentéis en el suelo con nosotros aunque no podamos salir al monte. Nano lo hace muchas noches: se sienta con las piernas abiertas y yo, sin dudarlo, me tumbo entre ellas y pongo la cabeza en su pecho. Me acaricia mientras yo cierro los ojos. A veces me quedo dormida escuchando su corazón. Es mi lugar seguro.

Lo más importante es que entendáis que la vejez no es una enfermedad. Y esto quiero gritarlo bien fuerte: ¡¡¡LA VEJEZ NO ES UNA ENFERMEDAD!!! Si un perro empieza a tambalearse, a andar más lento, a comer menos, o a no tener tantas ganas de juego, no aceptéis como respuesta un “ya es mayor”. Exigid un diagnóstico. Nano lo hizo. Y Óscar, mi veterinario favorito del mundo, también. Gracias a eso, supimos que lo mío no era solo vejez: tenía artrosis, una pequeña depresión, y cataratas que no me dejaban ver bien. Pero todo eso tiene tratamiento. Y una vez que lo tienes claro, puedes adaptar la vida para que siga siendo buena. Muy buena.

Aquí van algunas ideas para una rutina emocionalmente rica para nosotros, los perros senior:

1. **Juegos de olfato**: cuando ya no podía andar tanto, Nano me preparaba búsquedas de premios por la casa. Me encantaba. Activaba mi mente y me sentía útil.
2. **Masajes y caricias conscientes**: el contacto físico se vuelve aún más importante. Que nos toquéis con calma, observando si algo duele, si algo ha cambiado.
3. **Rincones acogedores**: una camita mullida, lejos del ruido, y con buena vista al salón (¡nos encanta cotillear!).
4. **Momentos de presencia compartida**: sentarse juntos sin hacer nada. Respirar a la vez. Ser familia.
5. **Pequeñas rutinas predecibles**: saber qué viene ahora nos da seguridad. Una rutina predecible pero flexible puede cambiarlo todo.

También es buena idea que nos habléis más, aunque creáis que no oímos. Vuestra voz sigue siendo nuestro ancla. Vuestro olor, nuestra brújula. Vuestra calma, nuestro refugio.

Y si un día os parece que nos estamos apagando, por favor, no lo viváis como una tragedia. Es un privilegio poder vivir tantos años con alguien que nos quiere. Si llegamos a la vejez, es que hemos sido muy amados. Y eso ya es una vida entera bien vivida.

Así que no tengáis miedo. Adaptad las rutinas, sed más creativos, dad más mimos. Lo que importa no es cuánto andemos, sino cuánto compartimos. Y eso, amigos de dos patas, no depende de nuestras patas. Depende del corazón.


Aquí sigue Bailey. Aunque me haya vuelto invisible, mi rabo no ha dejado de moverse y mi voz ladra suave, desde las estrellas, para que nunca olvidéis cómo se ama a un perro.

¡¡¡Lametones a todos desde el otro lado de la correa!!! 🐶💛

whatsapp