¡¡¡Hola amigos de dos patas!!! 🐾
Vamos a hablar de un misterio universal: ¿qué pasa por la cabeza de un perro cuando su humano entra al baño y cierra la puerta? ¿Por qué algunos nos tumbamos delante como si fuera la puerta del banco de España? ¿Por qué otros lloriquean o rascan con la patita? ¿Y por qué, si la dejáis abierta, entramos como si fuese nuestra oficina?
Veréis, para nosotros, los perros, vuestra presencia es un ancla emocional. Sois nuestro punto de referencia, nuestra brújula. Y aunque sepamos estar solos, hay momentos que nos generan más inquietud… y el baño es uno de ellos. ¿Por qué? Porque es un momento en el que os aisláis sin motivo aparente. Y encima, huele raro.

**Lo primero que pensamos es: ¿estás bien?**
De repente desapareces, no contestas, hay sonidos extraños de agua, tuberías, cosas que caen… ¡y tú callado! ¿Cómo no nos vamos a preocupar? Nuestro instinto es estar atentos, cuidar del grupo. Y si el líder se encierra, algo grave debe estar pasando, ¿no?
**Lo segundo que pensamos es: ¿y si no vuelves?**
Sí, somos un poco dramáticos. Pero cuando hay un vínculo fuerte, tu ausencia repentina puede despertar inseguridad. Algunos perros lo vivimos en silencio. Otros protestamos. Pero todos lo sentimos.
**Lo tercero es: ¡te acompaño si hace falta!**
Si nos dejáis entrar, lo hacemos encantados. No por cotillas (bueno, un poco), sino porque queremos estar contigo. Es parte de nuestra naturaleza de animales sociales. Para nosotros, compartir espacio —aunque tú estés en el trono y yo tumbado en la alfombra— es vínculo. Es familia. Es hogar.
Ahora bien… también hay perros que no dan importancia al baño. Eso suele pasar cuando:
– Hemos aprendido que siempre volvéis.
– Tenemos la autoestima bien colocada.
– Nos habéis enseñado a gestionar la separación de forma tranquila.

Así que si tu perro monta una mini crisis cada vez que cierras la puerta, no lo veas como un defecto. Míralo como una señal de que necesita un poco más de seguridad. Y trabajadla juntos. Con rutinas, ejercicios de separación suave y muchas experiencias positivas sin estar pegados.
Y por cierto… si alguna vez crees que no nos damos cuenta de lo que hacéis en el baño, JA. Sabemos perfectamente cuándo sacáis la crema buena, cuándo abrís el armario de las chuches, o cuándo estáis viendo vídeos con otros perros (¡traición!).
Así que la próxima vez que entres al baño y nos veas esperando fuera, recuerda esto: no es obsesión. Es amor del bueno. De ese que ni las puertas pueden parar.
Aquí sigue Bailey. Aunque me haya vuelto invisible, mi rabo no ha dejado de moverse y mi voz ladra suave, desde las estrellas, para que nunca olvidéis cómo se ama a un perro.
¡¡¡Lametones a todos desde el otro lado de la correa!!! 🐶💛