¡¡Hola amigos de dos patas!!
Hoy vamos a hablar de un tema que desespera a más de un humano: cuando parece que no os hacemos caso. Seguro que alguna vez habéis dicho eso de «¡pero si lo sabe hacer, me está ignorando!» o «¡mi perro pasa de mí!». Pues tengo algo que deciros: casi siempre, el problema no es que pasemos de vosotros, sino que no os estamos entendiendo.
Para nosotros, la comunicación es mucho más que palabras. Vosotros confiáis en el lenguaje hablado, pero nosotros dependemos de vuestro tono de voz, vuestra postura, vuestra expresión corporal… Y si nos mandáis señales contradictorias, es normal que nos confundamos. No es que seamos cabezotas, es que a veces lo que decís no coincide con lo que vuestro cuerpo nos está contando.
Os pongo un ejemplo: si nos llamáis con voz enfadada o con el cuerpo rígido, es posible que dudemos en acercarnos. No es que no sepamos lo que significa «ven», es que vuestro lenguaje corporal nos dice que quizá lo mejor es quedarnos donde estamos. Lo mismo pasa cuando nos pedís que nos sentemos, pero mientras tanto estáis moviendo las manos de forma confusa o inclinándoos sobre nosotros de manera intimidante. Para vosotros es una orden clara, pero para nosotros es un mensaje confuso.
Otra cosa que complica la comunicación es la falta de coherencia. Si un día dejamos que saltemos encima vuestro y nos reís la gracia, pero al día siguiente nos regañáis por hacer lo mismo, no sabremos qué queréis de nosotros. Necesitamos que las reglas sean siempre las mismas y que todos los miembros de la familia las respeten. Si Nano me deja subirme al sofá y luego viene Alberto y me dice que baje, os aseguro que me volveré loca intentando entender qué está bien y qué no.
También hay que tener en cuenta el contexto. A veces, los humanos pensáis que porque sabemos hacer algo en casa, vamos a hacerlo igual en el parque, en medio de un grupo de perros o cuando estamos emocionados.

Pero no funciona así. Nosotros no generalizamos como vosotros. Si nos habéis enseñado a tumbarnos en la cocina cuando todo está tranquilo, eso no significa que sepamos hacerlo en un entorno lleno de estímulos. Tenemos que practicar en diferentes lugares y situaciones para que realmente entendamos lo que nos pedís en cualquier momento.
Algo que a menudo los humanos olvidáis es que los perros no hacemos las cosas por fastidiar. No hay ni un solo perro en el mundo que ignore a su humano por placer. Si no respondemos a una orden, es porque no la entendemos, estamos distraídos o simplemente no se nos ha enseñado de la manera correcta. La frustración de los humanos suele venir cuando esperáis que actuemos como si fuéramos pequeños robots que obedecen automáticamente, pero nuestra mente no funciona así. Necesitamos práctica, paciencia y muchas repeticiones para afianzar los aprendizajes.
Y luego está el tema del refuerzo. Si nos llamáis y no hacemos caso, pero al final venimos y nos reñís, os estáis cargando la motivación. ¿Quién querría ir corriendo a alguien que le espera con malas caras y un tono de voz enfadado? Lo que necesitamos es que cada vez que hagamos algo bien, se nos premie con algo positivo: un «¡muy bien!», una caricia, un premio… lo que sea, pero que nos haga sentir que acertamos. Así aprenderemos con ganas y no con miedo.
También hay que tener en cuenta que cada perro es un mundo. No todos aprendemos al mismo ritmo ni nos motivan las mismas cosas. A algunos nos entusiasma la comida (como a mí, que soy una labradora tragona de manual), mientras que otros prefieren un juguete o simplemente una palabra amable. Lo importante es conocer bien a cada perro y adaptar la comunicación a lo que realmente le motiva y le hace sentirse bien.
Por cierto, otra cosa importante: no habléis demasiado. Los humanos tendéis a darnos demasiada información de golpe, y eso puede ser confuso. Si queréis que nos sentemos, simplemente decid «sienta» en un tono amable y claro. No hace falta que nos expliquéis con un discurso largo por qué queréis que nos sentemos. A veces, los humanos os ponéis a hablar con frases como «a ver, siéntate porque ahora mismo necesito que te estés quieto» y nosotros nos quedamos mirándoos sin saber qué hacer. Cuanto más simple y directo, mejor.
Así que, amigos humanos, si queréis que os hagamos caso, no penséis solo en lo que estáis diciendo, sino en cómo lo estáis diciendo, en qué contexto y en si nos lo habéis enseñado bien. Recordad que somos expertos en leer vuestro lenguaje corporal, en detectar vuestro tono de voz y en responder al refuerzo positivo. Si os comunicáis con claridad, coherencia y paciencia, os sorprenderá lo rápido que aprendemos.
Y ahora, si me disculpáis, Nano me está llamando… y voy a ir corriendo sin pensarlo dos veces. ¡Seguro que tiene un premio o, al menos, una de esas caricias que tanto me gustan!
¡¡Lametones a todos!!