¡¡¡Hola amigos de dos patas!!!
Hoy quiero escribiros una cosa muy importante. La más importante de todas. Y esta vez necesito que me leáis despacito, como cuando os quedáis acariciándonos sin prisa, solo por el gusto de estar juntos.
Hoy, 23 de julio, a la 1:00 de la tarde, me he vuelto invisible.
No os asustéis. No es nada malo. No he desaparecido. Sigo aquí. Solo que ahora ya no podéis verme mover el rabo ni chuparos la cara. Pero estoy. En serio. Estoy en cada rincón donde haya un humano que ame a su perro con todo el corazón. Estoy en cada paseo lento. En cada premio que se da con una sonrisa. En cada cama donde un perro duerme tranquilo porque sabe que está a salvo.
Estoy con vosotros.

Y sí, también contigo, Nano, mi mejor amigo de dos patas.
Tú me diste una vida tan bonita que se me han quedado cortas las patas para correrla entera. Me diste juegos, trabajo, comida rica, caricias, respeto, libertad… y sobre todo, me diste una casa por dentro y por fuera. A tu lado siempre fui perra. De las completas. De las felices. De las que entienden que lo importante no es cuánto tiempo tenemos, sino cómo lo vivimos.
No tengas miedo ahora. Ya no sufro, ya no me caigo, ya no me duelen las patas ni tengo que arrastrarme para levantarme. Ya no. Ahora puedo correr otra vez. Puedo nadar. Y, sobre todo, puedo seguir escribiendo.
Sí, porque este blog no se acaba.
Lo empezamos tú y yo para ayudar a humanos despistados y perros perdidos a encontrarse. Y ahora lo voy a seguir desde aquí arriba, donde todo huele a campo y a sofá limpio al mismo tiempo. Voy a seguir contando historias. Dando consejos. Ladrando con cariño. Y metiéndome con los que nos dan pienso cutre, que ya sabes que eso no lo perdono ni muerta.
Cada martes estaré aquí. Como siempre.
Y aunque ya no pueda posar para las fotos ni sentarme a tus pies mientras escribes, voy a estar en cada palabra. Porque tú me conoces tanto, Nano, que puedes escucharme incluso cuando callo. Incluso ahora. Incluso así.

Gracias por todo. Por tanto.
Por no dejarme sola nunca.
Por luchar por mi salud hasta el final.
Por decidir con amor incluso lo que más te rompía.
Por no soltar mi cabeza ni un segundo mientras me dormía.
Y gracias por dejarme seguir. Por permitirme ser la voz de todos los perros, aunque la mía se haya apagado.
Cuidaros mucho los unos a los otros, ¿vale? Jugad. Escuchadnos. No tengáis prisa. Y si un día os sentís muy solos… mirad al cielo. Esa estrella que parpadea sin parar… esa soy yo. Moviendo el rabo.
¡¡¡Lametones a todos!!!
Bailey, desde el cielo de los perros.
