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El mito del perro alfa: por qué tu perro no quiere dominarte

¡¡Hola amigos de dos patas!!

Hoy vengo a derribar un mito que ha hecho mucho daño a nuestra relación con vosotros. Seguramente habréis escuchado que si un perro tira de la correa, se sube al sofá o no os deja pasar primero por la puerta, es porque «quiere dominaros». Pues dejadme deciros algo: eso es un cuento viejo y falso. Hoy vamos a hablar de por qué el mito del perro alfa no tiene sentido y cómo una educación basada en cooperación y confianza es la clave del éxito.

¿De dónde salió este mito?

Todo comenzó con estudios en lobos en cautiverio en la década de 1970. Se observó que los lobos enjaulados peleaban entre sí y establecían una jerarquía donde un «macho alfa» dominaba al resto. Pero aquí está el problema: ¡esos lobos no eran una familia natural! Eran individuos desconocidos forzados a convivir en un espacio reducido. Con los años, los mismos investigadores que impulsaron la teoría alfa, como David Mech, admitieron que esa no es la manera en que los lobos realmente viven en la naturaleza. En su hábitat, los lobos operan en familias dirigidas por los padres y cooperan para sobrevivir.

A pesar de que la ciencia corrigió el error, el mito se quedó. Y lo peor es que empezó a aplicarse a los perros domésticos. Pero hay una gran diferencia: ¡nosotros no somos lobos! Llevamos miles de años conviviendo con los humanos y hemos desarrollado una forma de comunicarnos con vosotros muy distinta.

¿Os imagináis estudiar a una manada de chimpancés en el zoo y pensar que la mejor forma de criar a vuestros hijos es imitarlos? Una locura, ¿verdad?

¿Por qué tu perro no quiere dominarte?

Nosotros no vivimos en manadas con jerarquías rígidas ni pasamos el día planeando cómo «ser el jefe». Lo que realmente hacemos es aprender de las consecuencias de nuestras acciones. Si algo nos funciona, lo repetimos; si no nos sirve, lo evitamos. Es así de simple.

Cuando tiramos de la correa en un paseo, no es porque queramos «liderar la expedición», sino porque estamos emocionados y queremos llegar antes. Si os saltamos encima cuando llegáis a casa, no es una señal de que queremos «imponernos», sino de pura alegría porque os hemos echado de menos. Si nos subimos al sofá, no es porque os queramos destronar, sino porque es un lugar cómodo y huele a vosotros.

Este malentendido ha llevado a que muchas personas usen métodos de entrenamiento duros e innecesarios, creyendo que deben «imponerse» para que sus perros los respeten. Pero el respeto no se impone con miedo, se construye con confianza.

La educación basada en confianza y cooperación

Si en lugar de vernos como adversarios a los que hay que someter, nos entendéis como compañeros con los que podéis cooperar, todo será más fácil. Aprenderemos mucho mejor cuando nos guiáis con paciencia y refuerzo positivo.

📌 El liderazgo no es dominación, es guía. Los buenos líderes no fuerzan, sino que enseñan con calma y coherencia.

📌 El refuerzo positivo es clave. Si queremos que repitamos un comportamiento, premiadnos cuando lo hagamos bien en lugar de castigarnos cuando nos equivoquemos.

📌 La comunicación es bidireccional. Nosotros también tenemos nuestras formas de decir cuándo algo nos incomoda o asusta. Escuchadnos y aprended a leer nuestras señales.

📌 El miedo no es educación. Si un perro obedece por miedo a las consecuencias, no es porque nos respete, sino porque teme lo que vendrá si no lo hace. Y eso no es una relación sana. De hecho, genera más problemas como miedos e inseguridades que pueden derivar en reacciones indeseadas, como la agresión o la evitación.

Ejemplo de la vida real: el caso de Max

Os contaré la historia de Max, un labrador que siempre tiraba de la correa en los paseos. Su humano pensaba que lo hacía por «querer mandar», así que intentó corregirlo con tirones bruscos y obligándolo a caminar detrás. Pero Max no lo hacía por imponer su autoridad, sino porque estaba emocionado y no sabía gestionar su entusiasmo. Los paseos se volvieron frustrantes para ambos hasta que su humano pidió ayuda a Nano, mi mejor amigo de dos patas. Con un arnés adecuado, una buena técnica de manejo de la correa y refuerzos positivos cuando caminaba a buen ritmo, Max empezó a relajarse. Sin necesidad de castigos, aprendió a pasear tranquilo y los paseos se convirtieron en un momento agradable para los dos.

La clave no es ser el «líder de la manada», sino ser el compañero que nos ayuda a entender cómo queremos que nos comportemos.

Conclusión: olvidemos el mito alfa y disfrutemos juntos

Ya es hora de dejar atrás las ideas anticuadas. Nosotros no queremos dominaros, queremos entenderos y vivir felices a vuestro lado. Si nos educáis con paciencia, respeto y refuerzo positivo, aprenderemos rápido y crearemos un vínculo fuerte y sano.

Así que la próxima vez que alguien os diga que tenéis que «ser el alfa», recordad: lo que realmente necesitamos es un humano que nos enseñe con amor y confianza. 💛

¡¡Lametones a todos!!

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