¡¡¡Hola amigos de dos patas!!! 🐾
Hoy quiero hablaros de un tema delicado pero importantísimo: el exceso de cariño. Sí, lo he dicho. Porque a veces, el amor tan grande que sentís por nosotros —vuestros perros— os lleva a tomar decisiones que, sin querer, nos hacen daño. O nos confunden. O nos descolocan tanto que no sabemos cómo actuar. Y eso, con el tiempo, puede crear problemas de comportamiento que ni vosotros ni nosotros entendemos.
El amor es la base de todo, claro que sí. Pero el amor no significa decir que sí a todo. No significa protegernos de absolutamente todo. No significa tratarnos como si fuéramos bebés de porcelana. Amar bien a un perro es también poner límites. Enseñar. Guiar. Decir “no” cuando toca. Dar estructura y seguridad.
Porque los perros, aunque os adoremos, no nacemos sabiendo cómo funciona el mundo humano. Si nos dais libertad absoluta, sin enseñarnos normas, sin marcarnos caminos claros, podemos terminar sintiéndonos perdidos. Ansiosos. O incluso estresados por tener que tomar decisiones que no nos tocan.
Aquí os dejo algunas situaciones donde el exceso de cariño puede volverse contraproducente:
**1. Consentir conductas que incomodan a otros perros o personas**
“Es que es muy cariñoso”, decís cuando saltamos encima de alguien, o cuando no paramos de olisquear a otro perro que no quiere jugar. Pero si no nos enseñáis a respetar los espacios, terminaremos teniendo problemas. Y lo peor: quizás nos rechacen por ser “demasiado intensos”.
**2. Dar todo sin pedir nada a cambio**
Si nos dais comida, caricias o juegos sin pedir ni una conducta tranquila o sin reforzar comportamientos deseables, aprenderemos que lo tenemos todo sin hacer nada. Y eso no es bueno para nadie. ¡Nos encanta esforzarnos! Nos gusta saber que con nuestra calma, con nuestro autocontrol, conseguimos cosas.
**3. Evitar todas las frustraciones**
Muchos humanos creen que si un perro se frustra un poco, es que lo están haciendo mal. Y no. La frustración bien gestionada es parte del aprendizaje. Nos enseña a esperar, a pensar, a adaptarnos. No tengáis miedo de ponernos normas. Solo aseguraos de que las entendemos y podemos cumplirlas.
**4. Justificar todo con “es que le quiero tanto…”**
Os entendemos. En serio. Pero a veces el amor debe tomar forma de estructura. Un perro con normas claras, con límites amables, vive más tranquilo. Se siente más seguro. Y eso, a la larga, también refuerza el vínculo.
5. Perros pequeños a los que se les consiente todo porque “no hacen daño”
Ay… este es un clásico. A los perros pequeños muchas veces se les permite hacer cosas que en un perro grande jamás toleraríais: gruñir por comida, ladrar sin parar, subirse encima de cualquiera, no respetar espacios… “Total, es que no muerde fuerte”, decís. Pero no se trata de si hace daño físico, sino del daño que sufre él al no entender cómo debe relacionarse con el mundo. La educación no va en función del tamaño: va en función del bienestar. Un perro pequeño también necesita normas, límites, rutinas y guía. Si no, vivirá en un mundo caótico, creyendo que tiene que gestionarlo todo él solo… y eso no es justo
¿Entonces hay que dejar de mimarnos? ¡Para nada! Solo hace falta equilibrio. Aquí van algunas claves para conseguirlo:

– Dale mimos… pero también refuerza cuando estamos tranquilos.
– Déjanos subir al sofá si quieres, pero enséñanos a bajarnos cuando lo pidas.
– Comparte tu comida si te hace ilusión, pero después de que estemos tumbados o calmados.
– Di que no cuando sea necesario. No pasa nada. Si lo haces con cariño y coherencia, no nos vas a romper el corazón.
Amarnos no es hacernos la vida más fácil: es prepararnos para que podamos vivirla bien. Con humanos, con perros, en la ciudad, en el campo, con niños, con desconocidos, en casa y fuera de casa. Y eso solo se consigue con amor… y con normas.
Así que no os sintáis culpables si alguna vez os pasáis de blandos. Lo importante es darse cuenta y ajustar el rumbo. Nosotros, los perros, aprendemos rápido si lo hacéis con cariño y coherencia. Y os queremos igual cuando decís “sí” que cuando decís “ahora no”.
Aquí sigue Bailey. Aunque me haya vuelto invisible, mi rabo no ha dejado de moverse y mi voz ladra suave, desde las estrellas, para que nunca olvidéis cómo se ama a un perro.
¡¡¡Lametones a todos desde el otro lado de la correa!!! 🐶💛