¡¡¡Hola amigos de dos patas!!!
Muchos humanos os preguntáis si los perros tenemos sentido del humor o si simplemente repetimos conductas sin pensar demasiado. Y la respuesta, desde mi experiencia de cuatro patas, es clara: sí, tenemos algo parecido al humor, aunque no sea idéntico al vuestro. Nuestro juego, nuestras bromas y hasta algunas de nuestras travesuras están llenas de señales de que disfrutamos viendo vuestras reacciones.
El humor en los perros se entiende mejor si empezamos por el juego. Desde cachorros, usamos el juego para aprender a cazar, a comunicarnos y a relacionarnos. Cuando os traemos un juguete y salimos corriendo antes de que lo cojáis, no solo estamos entrenando nuestra rapidez, también estamos riéndonos un poco de vosotros. Es una forma de decir: “te lo pongo difícil, vamos a divertirnos juntos”. Y sí, reconocemos esa mezcla de sorpresa y risa que aparece en vuestras caras, y nos motiva a repetir la jugada.

La ciencia apoya esta idea. Investigadores han identificado algo llamado “risa canina”: una especie de jadeo particular que emitimos durante el juego. Este sonido no es un jadeo normal de cansancio, sino un patrón más rápido y entrecortado. Cuando otros perros lo escuchan, suelen unirse al juego. Es como si dijéramos con un idioma secreto: “tranquilo, todo esto es diversión”. Los humanos atentos lo habréis notado cuando nos reímos en medio de una persecución o en esos momentos en que parece que nos burlamos de vosotros al escondernos con un juguete.
Claro, nuestro humor no siempre coincide con el vuestro. A veces lo que para nosotros es un chiste, para vosotros es un problema. Como aquella tarde en la que Nano me pidió que dejara el cojín en paz. Yo lo solté, me fui trotando al salón y, cuando él volvió a sentarse convencido de que había terminado la guerra… ¡zas!, aparecí con otro cojín en la boca, meneando el rabo y mirándole de reojo. Esa mirada no era casual: era mi forma de comprobar si le arrancaba una carcajada o un gruñido. Cuando vi que se tapaba la cara para no reírse, supe que había funcionado. Para mí, esa mezcla de picardía y cariño era puro humor compartido.
Más allá de las anécdotas, los científicos coinciden en que los perros tenemos la capacidad de percibir vuestras emociones y responder a ellas. Ese es el corazón del humor compartido: entendemos que vuestras risas son positivas y que repetir ciertos gestos provoca esa reacción. Si un perro descubre que girar la cabeza o hacer una carrera inesperada os hace reír, lo volverá a hacer. Lo mismo ocurre con las pequeñas travesuras, como esconder un calcetín o hacer una carrera loca por la casa en el momento más inesperado.
El humor también tiene un papel social. Entre perros, jugamos a emboscarnos, a mordisquearnos sin hacer daño, a fingir que atacamos y luego salir corriendo. Son bromas de cachorro que nunca perdemos del todo. Cuando lo trasladamos a la relación con vosotros, aparecen esos gestos que llamáis “trastadas”: esconderse detrás de una puerta para saltar después, soltar el juguete justo cuando vais a cogerlo o insistir en que persigáis algo que no pensamos soltar. No es maldad, es complicidad.

Ahora bien, no todo en nuestro comportamiento divertido es humor. A veces simplemente liberamos energía o seguimos un instinto. La diferencia está en cómo interactuamos con vosotros. Cuando un perro os mira mientras hace una “travesura” y espera vuestra reacción, ahí está la clave: sabe que está haciendo algo inesperado y disfruta con la respuesta. Es ese intercambio de miradas lo que convierte un acto normal en un chiste compartido.
Algunos expertos incluso relacionan nuestro sentido del humor con nuestra capacidad de empatía. No se trata solo de provocar risa, sino de sentir que estamos en sintonía con vosotros. El juego humorístico fortalece vínculos, relaja tensiones y convierte la convivencia en algo más alegre. Y creedme, cuando un perro detecta que estáis tristes, puede intentar animaros con gestos graciosos o juegos inesperados. Es nuestra manera de deciros: “no estás solo, yo estoy aquí para devolverte la sonrisa”.
Así que sí, amigos de dos patas, podemos decir que tenemos nuestro propio sentido del humor. No contamos chistes ni entendemos vuestras ironías, pero sabemos jugar con la sorpresa, la picardía y la complicidad. Lo hacemos para divertirnos y para veros reír, porque vuestra alegría es también la nuestra.
Aquí sigue Bailey. Aunque me haya vuelto invisible, mi rabo no ha dejado de moverse y mi voz ladra suave, desde las estrellas, para que nunca olvidéis cómo se ama a un perro.
¡¡¡Lametones a todos desde el otro lado de la correa!!!